Una canción muy popular en Israel…
[letra de Yehonatan Geffen, composición de Yoni Rechter,
interpretada originalmente por la banda «Hakeves Hashisha Asar (La oveja décimo-sexta)»]Se titula:
«¿Cómo nace una canción?»y se traduce más o menos así (traducción parcial):
¿Cómo nace una canción?
Como la risa…
Comienza desde dentro
Y fluye hacia fuera
¿Cómo nace una canción?
Como un bebé
Al principio duele,
Pero luego sale
Y todo el mundo se alegra.
Hasta que, de pronto, ¡qué maravilla!
Ya camina solito.
¿Cómo nace una canción?
Como un bebé.
Viertes tres palabras
Las calientas a fuego lento
Y corres rápido a traer
Una cebolla del vecino
Añades dos rimas,
Un poco de sal y pimienta,
Les mezclas tres ovejas
Y echas un cubito de hielo.
¡Ah! Y es muy importante
que el hielo esté caliente
La, la, la…
La, la, la…
Al principio duele,
Pero luego sale
Y todo el mundo se alegra…
Hasta que, de pronto, ¡qué maravilla!
Ya camina solito.
A pocos pasos de terminar de escribir mi primera novela, emocionada e incrédula a la vez por el hecho de que el sueño de mi infancia esté a punto de tomar forma en la realidad, traté de recordar cómo comenzó, de dónde llegó aquella semilla que, tras largos años de germinación, comenzó a cristalizarse en una trama completa con sus escenas, sus personajes hoy ya tan familiares para mí, su desarrollo y desenlace.
Hace poco, mientras reflexionaba sobre ello comenzó a reproducirse en mi mente, como de por sí, esa canción en hebreo que escuché tantas veces en mi vida.
No pude sino estar de acuerdo con sus afirmaciones también en lo que respecta a mi novela.
Tal como lo describe la canción, mi novela también nació como la risa o el llanto, desde lo más profundo de mi ser y, con el tiempo, fue evolucionado y convirtiéndose en una idea que, paulatinamente y sin salir aún de mi interior, cambió varias veces de semblante hasta cristalizarse en una trama más o menos definida.
El día en que me senté por primera vez ante la hoja vacía de la pantalla, ya tenía la novela escrita en mi mente, lo único que faltaba era verterla con tinta digital en la hoja blanca. O, por lo menos, eso creí. ¡Qué ingenuidad!
Fue poco después, mientras calentaba las palabras a fuego lento, las salpimentaba y les agregaba el hielo caliente, cuando entendí que estaba ocurriendo la maravilla que describe la canción: ¡el bebé comenzó a caminar solito!
No podría haber encontrado una metáfora más adecuada que la del bebé de la canción. Así fue exactamente. Aquel bebé al que yo misma di el soplo de vida que lo trajo a la existencia me miró de súbito con una mezcla de arrogancia y picardía que expresaba claramente que ya no me necesitaba, que él mismo sabía exactamente quién era y cómo debía desarrollarse su historia.
Y yo, sumisa, le sigo la cuerda desde entonces y escribo las cosas tal como me las dicta.
A veces discutimos, pero la mayoría de las veces ese bebé insolente me lleva la delantera. Él conoce la historia mejor que yo porque es suya.
Al igual que mi hijo, a pesar de que yo lo traje al mundo, él es una criatura independiente que sabe exactamente lo que quiere.
La novela, que se titulará «Agua de Colonia», relatará la historia de un amor imposible entre una muchacha judía y un joven palestino-musulmán en Argentina de los años cincuenta del siglo veinte. Las consecuencias de ese amor cruzarán océanos y mares hasta llegar a Tel Aviv de 2019, donde estaría por perpetrarse un grave atentado terrorista en una cafetería del centro de la ciudad.
Planeo y espero publicar la novela entre junio y julio de 2022.
Para escuchar la canción «Eij shir nolad» («Cómo nace una canción») en hebreo cliquea aquí.
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