En abril de 1970, mi papá, Herman (Tzvi) Kiperwas (Z”L), que era profesor de hebreo y durante los años que recuerdo se desempeñaba como director de la escuela «Shalom Aleijem» de Florida, Buenos Aires, Argentina, lanzó un curso para el autoaprendizaje del idioma hebreo para adultos, al que dio el nombre de «Idioma Redivivo».
Su idea era publicar mensualmente cuadernos de aprendizaje acompañados de discos con lecciones grabadas, según un método de enseñanza que él mismo había desarrollado y que era sumamente revolucionario para aquella época (1970).
El curso permitía a los estudiantes leer sus primeras palabras y frases en hebreo escritas fonéticamente con el abecedario español, al tiempo que escuchaban su correcta pronunciación con ayuda de un disco. De ese modo les resultaba más fácil memorizar el vocabulario e incluso comenzar a articular frases enteras en hebreo.
En una fase posterior, el curso comenzaba a enseñar el abecedario hebreo y ofrecía cuadernos de práctica para rellenar.
El proyecto fue muy bien acogido por la comunidad judía de Buenos Aires, vendiéndose todos los cuadernos publicados.
Sin embargo, tras publicar las tres primeras lecciones con sus respectivos discos y tener preparada la cuarta, nos trasladamos con toda la familia a Israel, quedando el proyecto interrumpido para siempre.
Hace poco me topé con los cuadernos y sentí curiosidad por darles un vistazo.
En los dos últimos párrafos de la introducción de la primera publicación, leí esto:
«En fin, con la presentación de este curso nos hemos propuesto, modestamente, contribuir dentro de nuestras limitadas posibilidades, a la popularización del idioma hebreo, con el fin —entre otros— de reforzar los lazos culturales de nuestras colectividades y de los nobles pueblos de habla española con el Estado de Israel.
Y lo hacemos inspirados en la memoria de Eliezer Ben Yehuda (1858-1922), el hombre que obró el milagro de «resucitar» el idioma hebreo, considerado durante casi dos milenios una lengua muerta…».
Eso me hizo caer en la cuenta de que, sin Eliezer Ben Yehuda y la hazaña de resucitar la antigua y bíblica lengua hebrea, como traductora del y al hebreo solo podría traducir textos religiosos, ya que durante unos dos mil años el hebreo era considerado entre los judíos un idioma santo, «Leshon hakodesh», que era utilizado exclusivamente en el entorno religioso, mientras que en su vida cotidiana y laica se expresaban principalmente en el judeo-español o ladino de los judíos sefaradíes o en el judeo-alemán o yiddish de los judíos asquenazíes.
Fue Eliezer Ben Yehuda quien, visualizando el sueño del regreso del pueblo judío a su tierra ancestral, luchó por el renacimiento de la lengua hebrea y su arraigamiento en el pueblo como lengua viva.
En 1881 viajó a la Tierra de Israel (por entonces Palestina, parte del imperio otomano) y se instaló en Jerusalén, lugar de residencia de la mayor parte de los judíos en esa tierra.
Desde allí comenzó a difundir sus ideas de resurrección de la lengua hebrea por toda la tierra de Israel y la diáspora judía, poniendo en práctica tres planes de acción: «Hebreo en el hogar», «Hebreo en la escuela» y «Revitalización lingüística».
Él mismo dio el ejemplo en su casa, donde su hijo, Ben-Zion Ben Yehuda, creció como el primer hablante nativo del resucitado hebreo moderno (hoy en día lo hablan más de ocho millones de personas).
Cuando Eliezer Ben-Yehuda llegó al lugar en 1881, el hebreo no era en absoluto el lenguaje hablado por el pueblo judío.
Convencido de que para hacer posible el regreso a la patria histórica de los judíos en la Tierra de Israel era necesario transformar el hebreo, que durante siglos había sido utilizado en el contexto religioso únicamente, en un lenguaje moderno que pudiera ser usado en todos los ámbitos de la vida moderna, se propuso hacerlo e indudablemente lo logró con creces.
En 1922, el año de su muerte, había ya tantos judíos que hablaban el hebreo moderno en sus vidas cotidianas en la tierra de Israel, que las autoridades del Mandato Británico lo reconocieron como el idioma oficial de los judíos en Palestina.
Fue así como el idioma bíblico del pueblo judío, considerado una lengua muerta durante milenios, revivió y pasó a ser el idioma que se habla hoy en día en Israel, logrando unir a un pueblo disperso en todo el mundo alrededor de ese milenario idioma.
El fascinante proceso de resurrección de la antigua lengua hebrea aún no ha terminado.
La Academia de la Lengua Hebrea – que fue instituida en 1953 por la Knéset (parlamento) del entonces jovencísimo Estado de Israel – se ocupa hasta el día de hoy de crear palabras nuevas y encauzar el desarrollo del idioma según las necesidades surgentes en todos los ámbitos de la vida cotidiana y académica.
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