LA MISIÓN Y OFICIO DEL TRADUCTOR
Pienso que todos somos traductores, desde que tenemos uso de razón.
De niños, es mucho lo que tenemos que traducir.
Extrañamente, muchas personas mayores dejan de dominar numerosas lenguas que, siendo niños, saben a la perfección: las de los perros y gatos, de los pájaros e insectos, nubes y hierbas, y mucho más.
Recuerdo cómo, a los siete u ocho años, le traducía a mi abuela —que cuidaba del césped con amor, pero no profesaba el mismo cariño hacia los insectos—, las explicaciones de las hormigas sobre su necesidad de abrir ese sendero para pasar por él en medio del jardín. Ella me escuchaba, asentía con la cabeza, y seguía espolvoreando el letal polvo blanquecino, que yo luego me encargaba de hacer desaparecer.
También le traducía a mi mamá lo que expresaban los pavos, gallinas y vacas que no deseaban terminar sus vidas como comida en nuestros platos. Pero fue en vano, nadie tomó en serio mis explicaciones, y yo seguí siendo la única vegetariana y protectora de derechos de animales de mi familia y de mi entorno, donde el olor a asado se olía por doquier, y no solo los domingos.
Igualmente, muchos niños deben traducir a menudo lo que se dicen las personas entre sí, aunque hablen exactamente el mismo idioma, como lo que quiso decir papá en realidad con cierta frase que fue malinterpretada por mamá, o viceversa. Ustedes me entienden…
Cuando mi familia se mudó de la Argentina a Israel, y sin saberlo aún, comencé a sembrar las semillas de mi carrera profesional como traductora.
Con solo catorce años, aprendí el difícil idioma bíblico con relativa rapidez, mientras que a mi mamá le costaba horrores arreglarse en el nuevo país sin hablar el idioma del lugar, y sin tener incluso conocimientos de inglés, que en Israel casi todos entendían. Entonces, iba con ella a las compras, al banco, oficinas municipales, etc., donde interpretaba ida y vuelta todas las conversaciones necesarias y, al mismo tiempo, perfeccionaba mi dominio del idioma.
Cuando llegó el momento de elegir carrera, y tras barajar varias opciones, llegué a la conclusión de que el papel del traductor es crucial en nuestra sociedad globalizada y que, teniendo ya un dominio bastante bueno de varios idiomas, me gustaría contribuir al mundo en ese sentido. También pensé que si las personas de diferentes culturas y orígenes pudieran entenderse mejor, quizá podrían evitarse muchas guerras.
En ese sentido, aunque la realidad sigue mostrándome lo difícil que es lograr un verdadero entendimiento entre la gente, sigo creyendo firmemente que una mejor comunicación y comprensión entre los distintos países y comunidades lingüísticas podría ayudarles a aceptarse recíprocamente mejor.
Durante mis estudios entendí que, como traductora, debo lidiar también con textos complejos y técnicos, como manuales de instrucciones, documentos legales o textos científicos. La capacidad de un traductor para comprender y comunicar con precisión este tipo de información es esencial para garantizar que los usuarios finales comprendan correctamente la información.
También creo importante destacar que el oficio de traductor no es solo una cuestión de conocer dos o más idiomas. Un buen traductor debe tener una comprensión profunda de las culturas, costumbres y modismos de ambas lenguas. Además, es fundamental mantenerse actualizado con los cambios en el uso del lenguaje y las tecnologías de traducción.
Los traductores también desempeñan un valioso papel en la industria editorial y en la promoción de la literatura y la cultura de otros países. Gracias a ellos, lectores de todo el mundo pueden disfrutar de obras literarias y culturales de diferentes lugares y épocas.
En la traducción literaria, a diferencia de la técnica y legal, hay muchos mensajes que se esconden detrás o debajo de las palabras, donde solo una comprensión muy profunda del idioma de origen permite comprenderlos y transmitirlos a la lengua de destino de la manera más fehaciente posible. Esto requiere a menudo habilidades creativas para encontrar el equilibrio adecuado entre ser fiel al texto original y adaptarlo a la lengua de destino.
Tras años de estudiar y practicar en casi todas las áreas de la traducción, comprendí que mi verdadero sueño era traducir libros y escribir los míos propios. Y, si bien he traducido y sigo traduciendo grandes volúmenes de textos legales, técnicos, contables, promocionales y más, con el tiempo llegué a cumplir mi sueño: ya tengo cuatro libros traducidos, estoy traduciendo el quinto, y también tengo publicada mi propia novela, titulada «Agua de Colonia».
Si quieren echar un vistazo a mis libros, los invito a visitar mi página de autor en Amazon: https://www.amazon.com/author/bereshit